Philippe Junot, el príncipe 'azul oscuro casi negro' que puso contra las cuerdas a Carolina de Mónaco


“Ningún cerezo produce manzanas”. Con estas palabras resumió un miembro de la familia real de Mónaco la separación entre Carolina Grimaldi (66 años) y Philippe Junot. Y pocos confiaban en que una relación como ésta pudiera funcionar. La hija mayor de Raniero se casó apasionadamente en junio de 1978, cinco años después de conocer al financiero francés en París, diecisiete años mayor que ella, y la unión se precipitó cuando la novia fue fotografiada parcialmente desnuda y en posiciones poco ortodoxas al lado de su hijo, en la cubierta de un yate.

Aquella boda real, que fue sin duda la boda del año, demostró que incluso los príncipes se dejaban seducir por el negocio exclusivo. No en vano, en el libro 'Negocios del corazón' se cuenta que Gracia de Mónaco prohibió a los fotógrafos la entrada a la iglesia “para permitir que un reportero americano, que había sido su fotógrafo cuando ella era actriz, fuera el único que “inmortalizará el momento ceremonial en celuloide”.

No tardaron en surgir rumores de que el francés le era infiel en serie. "Junot, tras el primer fervor romántico de su matrimonio, proporcionó a sus suegros las armas necesarias para convencer a Carolina de que había cometido un gran error al casarse con el francés", afirmó su colega, el escritor y aristócrata José Luis de Vilallonga.

Junot era entonces famoso por su animada vida nocturna. Su reputación de mariquita molestó mucho a sus suegros, que querían algo mejor para su hija, pero sirvió de entretenimiento para los fotoperiodistas, que una vez lo fotografiaron de la mano de su supuesta secretaria, la actriz Giannina Facio, en el aeropuerto de Estambul. La publicación de estas imágenes provocó un gran escándalo y provocó una furiosa reacción del Principado, que anunció unilateralmente la separación de Junot y la princesa.

Demonizado por la prensa

Despreciado por la princesa, el francés tampoco encontró mucho consuelo en Facio, quien lo rechazó por haberla abandonado en Turquía al conocer la reacción de Carolina. Al ver al guepardo, la actriz regresó a París para conocer a su nuevo sueño, Oliver Chandon, heredero del multimillonario imperio francés del champán Möet & Chandon. Luego dijo a los periodistas que sabía que Junot era un hombre casado cuando lo conoció, pero que no era asunto suyo que pasar un fin de semana con el financiero pudiera ser la causa de su divorcio de la princesa monegasca.

"Philippe está bien, pero como un rollo de verano", aseguró a Interviú. "Estuve casado una vez y mi matrimonio fue un fracaso; No sería muy inteligente si tomara a Junot en serio. Philippe se quedó atrás en mi carrera. Dejé de enamorarme de los hombres hace cinco años. Ahora los uso tanto como ellos me usan a mí; Después, si te vi, no lo recuerdo. La vida me ha enseñado a aceptar a los hombres tal como aparecen. En serio nadie merece mi amor.

Asimismo, la prensa le dio a Carolina el papel de mujer devaluada, lo que en este caso provocó que Junot fuera tildado de hombre cruel, igualmente adicto a las drogas y al alcohol. "Lo he probado todo, sí, pero nunca demasiado", se defendió. "La exageración de los demás hizo el resto. Las únicas drogas que abuso son los tranquilizantes que tengo que tomar para poder conciliar el sueño después de tantas mentiras que se han dicho sobre mí”.

Admitió, sin embargo, que sentía una especial debilidad "por las mujeres bellas", al tiempo que señaló que mucha gente sentía celos de su éxito con las mujeres: "No soy un santo, lo sé. Sin embargo, todos sabían cómo era yo antes de casarme con Carolina y nadie dijo nada en ese momento. Es ahora cuando les interesa presentarme como el culpable de todo. "No he cambiado, siempre he sido así: un hombre al que le gusta divertirse, que es sincero, que ama la vida, pero que no huye de sus responsabilidades".

Separar los caminos

Carolina tampoco se quedó callada, pues lamentó todo lo sucedido y, para sorpresa de algunos, comentó que, si pudiera retroceder en el tiempo, se casaría nuevamente con Junot. "Con la experiencia que tengo hoy las cosas hubieran sido diferentes", observó. "Y en lugar de lamentar el fin de un matrimonio, tal vez estaríamos celebrando la felicidad de una pareja joven que ya tendría un hijo".

Recuperada de todas sus penas, la princesa se casó civilmente con Stefano Casiraghi en diciembre de 1983, un año después de la muerte de su madre. Este joven millonario se convirtió en padre de sus hijos Andrea, Carlota y Pierre, y la hizo feliz durante unos años, hasta que en otoño de 1990 perdió la vida tras sufrir un accidente mientras participaba en una regata. Tras enviudar, la princesa estuvo un tiempo casada con Ernesto de Hannover, otro aficionado a las fiestas llenas de misterio (como dirían en Sálvame).

Junot también intentó calmarse. Lo hizo al casarse con la danesa Nina Wendelboe-Larsen en 1987, con quien tuvo tres hijos. Aunque se separaron después de un tiempo, parece que la pareja continuó manteniendo una relación cordial: tuvo un cuarto hijo con la modelo Helen Wende. En los últimos tiempos, dicen, el francés de 83 años vive alejado de las festividades y divide sus días entre su Francia natal y la ciudad de Marbella, donde viven Wendelboe-Larsen y sus hijos.



 

diciembre 28, 2023
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